jueves, 29 de mayo de 2008

El Cerezo y el Sauce

Cerca de Nagasaki vivía un médico filósofo llamado Shirobei-Akyama. Estaba convencido de que el origen de las enfermedades humanas era la mala utilización del cuerpo y del espíritu. Este precursor de la medicina psico-somática partió a China, donde según se decía, las técnicas terapéuticas hacían maravillas. Estudió el principio del Tao, la acupuntura y algunas posiciones del Wou-Chou,- lucha china-, en la que se emplean las proyecciones, las luxaciones y los golpes, creada por un médico para restablecer rápidamente los convalecientes y desarrollar armoniosamente el cuerpo.
De regreso a Japón, Shirobei-Akyama enseñó a sus discípulos algunas técnicas de reanimación y de ataque basadas en dañar ciertos puntos vitales. Había comprendido el sentido positivo de la filosofía del Tao, así como sus aplicaciones prácticas en medicina o en lucha. Al mal, oponía mal; a la fuerza, fuerza. Pero ante una enfermedad difícil de definir o muy poderosa (o un rival muy fuerte) los principios chinos se derrumbaban. Los discípulos del médico se desanimaron y lo abandonaron. Este perplejo, se retiró a un pequeño templo y se impuso una meditación de cien días. A largo de este tiempo, el espíritu de Shirobei alcanzó una agudeza extraordinaria. Volvió a plantearse todo: la filosofía China del Ying y el Yang, la acupuntura y los métodos de combate. La pregunta final que le torturaba era esta: "Si cuando ataco, yo soy positivo, por el contrario, soy negativo cuando soy atacado. Pero oponer una acción a una acción es fructífero solo si mi fuerza es superior a la del adversario. ¿Cómo estar en posición negativa (atacado a la defensiva) y guardar al mismo tiempo la iniciativa de la acción?. Puesto que la acción positiva es siempre aniquilada por otra acción positiva más fuerte, ¿cómo someterse a ella y controlarla?".
Paseando una mañana por el jardín del templo, mientras nevaba abundantemente, escuchó el crujido de las ramas de un cerezo, cediendo bajo la nieve. Y entonces, percibió un sauce cerca del río. El peso de la nieve doblaba sus ramas, la nieve caía y las ramas volvían a su posición original. Fue su iluminación.
A lo positivo, hay que oponerle su complemento: lo negativo. Ante la fuerza, hay que reaccionar con flexibilidad. Si un atacante lo empuja, no hay que oponerle con fuerza, puesto que la suya podría ser superior y se correrá el riesgo de ser derribado. Ante un empujón, hay que ceder rápidamente con un inesperado retroceso, el adversario entonces es desequilibrado y caerá a sus pies. Si por lo contrario te jala hacia él, no intentes una resistencia que resultaría inútil. Salte en el mismo sentido de su tracción y nuevamente aproveche su desequilibrio, entonces es desequilibrado para derribarlo sin gran esfuerzo.
El médico de Nagasaki perfeccionó entonces las técnicas de ataque y defensa en cuerpo a cuerpo, creando un centenar de tomas. Sus discípulos propagaron sus enseñanzas con el nombre de Yoshin-Ryu o "Escuela del Corazón del Sauce".

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